Kondor I

Un 2 de abril me encontraba en Croacia conmemorando, junto a otros argentinos, la Operación Rosario (1982) y el Día del Veterano de Guerra de Malvinas. Hacía de anfitrión un soldado y comando argentino, quien había peleado en defensa de la patria (La Tablada, 1989) y que luego participó en el último alzamiento «carapintada» (1990), enfurecido por quienes traicionaron a su bandera y aceptaron la desmalvinización de la nación.

Ahora la historia lo presenta convertido en brigadier del ejército croata, país que contó con el privilegio de sus servicios en la conquista de la libertad de esta histórica nación y joven república (1991-1995). En aquel entonces, tras unos combates defensivos en la posición más adelantada de la defensa, y sabiendo el pueblo que el comandante era argentino, en su honor y a través de la radio, se hizo oír la composición musical «El Cóndor Pasa». 

Tiempo después también peleó en grandes combates y enfrentó complejos desafíos del siglo XXI, obteniendo el más alto reconocimiento profesional e internacional. Pero el destino, tantas veces esquivo, no quiso que este guerrero participara en la batalla final de Puerto Argentino, preservándolo -solo Dios lo sabe- para las otras peleas que tanto en suerte como en desgracia le tocaron. Un patriota como él sabe -y muchos imaginamos- lo que pudo haber sido estar en aquella batalla inmaculada por nuestras islas.

Ese 2 de abril, Rodolfo Barrio Saavedra me regaló, no muy lejos de la zona donde combatió, su boina de comando croata, con la que peleó -prosiguiendo una lógica estratégica impecable- por la libertad de este otro país, también deudor de sus servicios.

Hay soldados a los que Dios elige y sorprende probándolos en el buen combate, y hay otros, como Barrio Saavedra, que le pidieron a Dios el buen combate, sin olvidar jamás su primer amor ni su bandera. 

La patria supo reconocer a muchos extranjeros que pelearon convertidos en argentinos. La Argentina, algún día, sabrá todo lo que hizo uno de sus hijos, que a la distancia, jamás dejó de amarla. Porque bien sabe el soldado que se demuestra en la acción quién es y de dónde viene aquel que, por sus actos, nos revela el enigma que lo anima en la pelea. 

Trogir

MMXXIV

Tin Bojanic

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