Muerte de perros

Finalizaré mi relato compartiendo la angustia del adiós. Como todo animal sabio, puedo sentir la proximidad de la muerte. Sucede que lo más terrible es que para mí todo termina. ¡Qué distinto hubiese sido haber conocido la historia de un Dios hecho perro que haya venido a la Tierra a darnos su vida y el mensaje de la resurrección! Pero no, nadie ha venido según tengo entendido. Si fuera hombre, ¡con qué ánimo distinto enfrentaría a la muerte, sabiendo que después de ella está la vida eterna y el paraíso! Pero claro, el hombre aquí no vive en ningún paraíso, rodeado de tantas injusticias sueña con el del más allá donde no las hay. 

Lo distinguible entre los perros es que si tu amigo humano te quiere, y además es un poeta, el paraíso no está muy lejos ni después de la muerte, sino que se habrá vivido detrás de su puerta… 

Fragmento de SECRETOS DE LA PERCEPCIÓN

Rehenes del tiempo

¿Dónde estás amor de mi vida que no te puedo encontrar?, dónde se encuentra mi vida sería lo mismo preguntar. Aunque parezca tenerlo todo te aseguro no tener nada cuando me siento solo y mi vida abandonada. Si existiera una mujer que realmente amara no lo estético de mi ser sino el interior de la fachada, finalmente mi alma angustiada sentiría florecer como un ave liberada.

La mujer que yo buscaba debía coincidir en tiempo y espacio con mis circunstancias. ¿Debía ir a buscarla o mejor sería esperarla? Después de tantas mujeres que pasaron por mi vida esta noche entiendo que ninguna ha sido hecha a mi medida. Quién sabe cuántas más me esperan en la esquina simulando ser aquella tantas veces prometida. Ya no sé si iré a buscarla con el sol de la mañana, puede que sea aún mejor dejar pasar los días solo en mi cama. Después de tantas mujeres que pasaron por mi vida terminaré creyendo que todas no son más que sombras de mi preferida.

Así es como entonces sin llamarla dejaré abiertas las puertas heridas de mi corazón y castillo, que son cosa parecida, para esperar que venga sola la mujer de mi vida…

Fragmento de LUNEA

«Entonces Iker vio como Guido embistió con su nave al submarino pirata dañándolo seriamente y dejando fuera de combate uno de los arpones, brindándole tiempo a la ballena para refugiarse tras unas inmensas rocas marinas que tenían la precisa forma de un escudo protector. Pero el fuerte choque causó averías irreparables en la nave del valiente Guido y su submarino muy lastimado ya no respondía a las órdenes de su comando. No tuvo otra alternativa que abandonar ese pez metálico que lo transportaba y comenzar a nadar con su traje de buzo, respirando el oxígeno que le proveían los dos tubos que llevaba en su espalda para tal fin, hasta la nave de su hermano». 

Fragmento de «¡Eubalaena Australis!», HISTORIAS DEL EDREDÓN.

El gallo Mediodía 

Todo gallo sabe que cuando comienza a amanecer debe esforzarse por cacarear lo más fuerte que pueda para que todos cerca de él se despierten para disfrutar del día. Pero aquí en Gubbio, en Italia, hay un gallo al que todos le llaman, sin que él lo sepa, Mediodía, porque se despierta siempre a la hora de almorzar y comienza a cantar creyendo que está despertándolos a todos. Nadie se atreve a explicarle a Mediodía el porqué de sus días tan cortos. Así, la gente y los animales, decidieron no decirle nada para que no se sintiera mal. Tampoco era problema para nadie, ya que no cantaba a las dos de la madrugada y, por otro lado, ofrecía el servicio de avisarle a todos, cual gallo, de una hora en especial. Aunque en este caso no dijera que había que despertarse y sí que había que comenzar a cocinar. 

Un día, una gallina a la que todos le decían Pico Grande, que jamás fuera invitada para dar un paseo romántico con el gallo Mediodía, algo enfadada por esta situación, se le acercó para decirle que él no despertaba a nadie y que lo que hacía era decirle, a todos los niños, que era la hora de ir almorzar. El gallo vino a mí, vecino y amigo, a preguntarme si esto era verdad. Por amigo y porque ya no podíamos seguir engañándolo dulcemente a Mediodía, yo le contesté que eso era así nomás. 

No cantó más al mediodía al despertar porque se acostumbró a preguntar siempre qué hora era antes de volver a hacer un papelón. Por supuesto, aunque lo intentara, no lograba despertase de madrugada para cumplir con su misión, como se supone que le corresponde, a todos los gallos como él. Tampoco sirvió que yo le intentara enseñar usar un reloj despertador, porque consideraba denigrante para alguien orgulloso como él valerse de un medio que ningún otro semejante usaba. 

Las madres del lugar, reunidas, decidieron ir a hablar con Mediodía días después, porque todos los niños se sentaban tarde a la mesa y cuando la comida ya estaba fría. Las madres cocinaban deseando comer luego junto a sus hijos compartiendo el agua y el pan casero recién horneado. Ante este pedido, el gallo Mediodía no pudo negarse y volvió a cantar todos los días al despertar, tal como lo declara su apodo, al mediodía. 

Caminando por la calle, una tarde, Mediodía se encontró con Pico Grande y se le acercó para darle un piquito. Pico Grande, sorprendida, le preguntó porqué le daba un beso si ella le había hecho quedar mal ante todos enseñándole que no cantaba a la madrugada como se suponía. Entonces Mediodía le dijo a esta gallina que, de no ser por ella, él no hubiera sabido jamás que era el único gallo de su especie que cantaba para avisar que hay que ir a almorzar. Que por ello se sentía un ejemplar único y apreciaba que ella se hubiera fijado tanto en él. Ella, sorprendida, le respondió que soñaba entonces que el gallo más original de todos fuera el único que la invitara a pasear. 

Un día, digo lo que vi, juntos estaban los dos y era ella quien le daba a él varios piquitos suspirando por el gallo Mediodía, el único de su especie en poder hacer las cosas de manera diferente y feliz por sentirse un gallo especial.

MMX

Gubbio

HISTORIAS DEL EDREDON

Pumas Salvajes

Terminó la batalla. Hay lágrimas que mueren en el fuego que transmite el corazón a través de sus miradas. Presentan impotencia sintiendo que no pueden dar más con tanto que aún queda en ellos. Sienten que hay más pasión por entregar y que no sentirán satisfacción hasta que el sacrificio sea de la dimensión que sólo su amor puede apreciar. Es que siempre querrán más y nunca será suficiente acorde a sus exigencias. 

Han peleado solamente protegidos por el ardor de sus corazones y guiados por el desafío que los alentó a buscar siempre el triunfo. Así lo han hecho.

Los Pumas, seleccionado de Rugby de La Argentina, han emocionado al destino. Han sabido transmitir el amor y lealtad que sienten por un emblema. Demostrar que es un orgullo vestirse de celeste y blanco fue su meta y la han superado. El espectador se estremeció al verlos jugar en el campo de sueños como si fuera la última vez que les permitirían hacerlo. No temieron a sus adversarios e ignoraron la historia del deporte. Prefirieron jugar como verdaderos hombres que no miden las consecuencias y se animan a lo imposible, con esa fantástica ilusión que nos provee el riesgo. Seducidos por su espíritu se animaron a eludir determinaciones que poco saben de los corazones nobles. No escucharon los pronósticos porque lo que sucedería sería responsabilidad de ellos y nunca de opiniones alejadas de la pasión. 

Cuando se quiera enseñar la actitud de la voluntad se deberá observar a aquellos que en sus pechos tienen el dibujo de un yaguareté y deberá hacérselo antes que ingresen en el campo, porque luego se transformará y no se distinguirá más lo que eran, entonces serán… ¡Pumas Salvajes!

MCMXCIX 

Tierras de Adrogué

El rugby escuela

A los hermanos Borges de Pucará

El sonido de los tapones en el suelo del vestuario, como si fueran gritos que pidieran pronto la calma que provee ya estar clavándose en la cancha. El ir todos juntos, el equipo completo, al trote debajo de la H, dándonos aliento y venciendo el temor que debe quedar fuera de los trazos de cal en el pasto. Calentando los hombres del compañero a la vez que él calienta los nuestros. Todo mientras que el capitán grita que no debemos aflojar nunca y en ningún momento. Estamos allí para demostrarnos de lo que somos capaces, que es un juego, pero que se nos va la vida en ello. Mirándonos todos a los ojos sabiendo que el esfuerzo individual consolidará la fuerza grupal que nos traerá una buena presentación. Porque el resultado final no estará en el marcador sino en la honestidad con la que nos podremos mirar a los ojos luego, otra vez en el vestuario, sabiendo que lo hemos entregado todo, sin engañarnos a nosotros mismos, cosa que no se puede ni se permite. 

Por eso salimos desde las H aplaudiéndonos a nosotros mismos, dándonos ánimo, de la misma manera que aplaudiremos al adversario si nos supera para rendirle justicia, para brindarle nuestro reconocimiento desde un emocionado respeto. Porque en el rugby, que uno sea superado después de haber realizado ese esfuerzo mancomunado llevando al límite a nuestras fuerzas, uno no debe más que aplaudir al rival si lo ha hecho mejor, porque lo habrá hecho como nosotros quisimos y nos habrá dado una lección. Vencidos y vencedores nos daremos la mano o un abrazo en la celebración de haber podido disfrutar de esa misma pasión, de esa tradición que se transmite de entrenadores a jugadores, como si fuera de padres a hijos. Por ello, todos los integrantes de la gran familia del rugby, de cualquier camiseta, existen porque existen los otros, y eso hace que se conforme una hermandad.

En el rugby uno puedo variar las estrategias del juego dependiendo las potencialidades propias y adaptar las tácticas acorde a las ambiciones y destrezas del oponente. Se puede decidir presionar con los forwards o liberar el juego con los backs, pero hay cuestiones que no se modificarán en ninguna cancha y en ningún equipo: el rugby es un juego en solidaridad y unión. No es posible realizar ningún ataque y ninguna defensa con individualidades. Todo movimiento del juego se realiza coordinando fuerzas y voluntades. Cuando la pelota cae en los brazos de un compañero, que irá siempre hacia adelante, se sabe que se debe ir a ayudarlo, que no se lo puede dejar solo, porque nos necesita, porque sólo juntos podremos avanzar. Lo mismo ocurre cuando es uno quien tiene la suerte de la pelota y encara al adversario sabiendo que no estará solo, que hay otros catorce jugadores que irán a respaldarlo y que estarán pendientes de lo que uno logre hacer con la posesión de la preciada guinda. 

Cuando se conquista un try se felicita al jugador que tuvo la fortuna de sumar puntos para el equipo, pero las felicitaciones, como la satisfacción, es necesariamente grupal, porque no es concebible que un solo jugador vulnere las líneas adversarias por cuenta propia sin la necesidad de participación del sacrificio de los otros. De igual manera, cuando un equipo recibe la sentencia de los puntos del rival, no hay un responsable único, porque el engranaje habrá fallado, no una sola pieza. 

La escuela del rugby enseña conductas y valores aplicables en todos los órdenes de la vida. Es confiar en el otro y es ser solidario con el otro. Que no hay exigencias imposibles, pero que todas ellas requerirán de un esfuerzo tremendo a la vez que decidido. Que uno no lucha por vencer al contrincante, porque no se concibe la humillación; uno lucha para no fallarle a su equipo y para darle la victoria por la tarea cumplida a sus hermanos, por habernos confiado nuestras suertes recíprocamente. 

Al rugby se lo juega también en la vida, siempre.

MMX

Gubbio

ESCUPIR TINTA

«Tiempo atrás el amor lo había obligado a abandonar un lugar. Los ingleses lo habían expulsado ya de dos islas, una vez por odio, y una vez por amor. Obligado de vuelta a seguir los designios del amor, esta vez, sintió que allí debía quedarse y que no podía desentenderse de ese encuentro con el amor de su juventud que la vida le ofrecía. No era la primera vez que, tras tantas penurias, se mostrara resuelto a rendirse en los túneles misteriosos e impredecibles del romance.  Y si el amor es gaucho, es amor y es algo más».

Fragmento de PATRIA MIA

Cuando pudo reconocer a la Isla de Madeira en la inmensidad del Océano Atlántico Norte decidió quedarse allí a pasar la noche. Le costaría mucho conciliar el sueño debido a las grandes ansias de llegar a la meta fijada. Pero sabía que debía descansar porque después que saliera el sol estaba decidido a nadar ininterrumpidamente. Conocía muy bien, porque las había estudiado, las diferentes corrientes marinas que lo llevarían con menor esfuerzo y mayor rapidez. También contaba con encontrarse con algún delfín en alguna etapa, y no era porque les pediría transporte, ¡es que la risa de los delfines eran su melodía favorita y aligerarían la ansiedad del viaje! 

Fragmento de La vida del mar

HISTORIAS DEL EDREDON

«Salimos a la calle y me tomaste de la mano con fuerza, como queriéndome transmitir el fuego que llevabas encima. Te correspondí aprisionando tu mano con mayor fuerza y pudiste verme morderme el labio antes de acercarme a tu boca para comerla unos instantes». 

Fragmento de Rubores

“Las Malvinas, carajo”, decían uno tras otro. Había una pequeña fortificación, que le pareció al gaucho tan terrible que creía su rancho de Concepción estaba mejor plantado. Hasta allí fueron desembarcando los bártulos todo aquél día. Recién por la noche comenzaron a despertar del sueño de haber llegado, y de sentirse finalmente en las islas prometidas. Celebraron asado, volvieron a batirse a duelos sin final verdadero y Gervasio comenzaba a dar directivas de todo lo que vendría.

Fragmento de PATRIA MIA

¿Cómo es la vida?

A Daniel Negro Buela

Hoy y a la distancia percibo el llanto del alma de mi pueblo, de mis Tierras de Adrogué. Porque hoy se nos fue, porque hasta aquí nos acompañó el Negro. A mi pueblo le faltará por siempre una parte de la magia elaborada en preciso elixir de aquello que es lo que te hace querer, de lo bello que uno cuida al recordar, y de esa otra cosa inefable que duele al extrañar cuando nos lo permitimos. 

Tengo ganas y necesidad de llorarte, pero en complicidad con la alegría de haberte tenido, y parece que el hacerlo será el más pequeño de los homenajes que deberíamos hacer en tu nombre. Dejarme hoy extrañar a mi pueblo y ejercitar lo que será extrañarte Negro. 

Cuando pibe, con el rugby y en Pucará, escuchaba sus consejos y me divertía con la inagotable fuente de anécdotas que nos contaba como entrenador, cuál padre, y también porque disfrutaba saberse ese amigo cómplice que todos querían sentar a la mesa. El amor y respeto por el universo de la ovalada hubiera sido otro sin él. También, y sé que le gustaría saberlo, nos dejó a todos, creo yo, un verdadero amor por el Uruguay. 

Es que salir a darse una vuelta por Adrogué era una oportunidad, un precioso tal vez, de cruzárselo al Negro en algún café, o agasajándose en algún restaurante. Siempre te hacía sentir, al verte, que para él era un momento especial y que desde ese instante estaba abierta su mesa y su corazón. Daba la sensación que estaba por si vos aparecías. Le gustaba hablar y dar su opinión, pero también te dejaba decirle lo que quisieras, aunque se quedara masticando si no le dabas la razón. Valoraba los pensamientos simples y los detalles más concretos que la vida ofrece. Tenía por obligación recordártelo cuando intuía que había que levantarte el ánimo. Ha sido un gran entrenador de la vida.  

Ese mismo personaje, con el tiempo, tuvo un sitio aún mayor en mi corazón cuando su hijo, el Catu, se convirtió en uno de mis hermanos. Qué privilegio ha sido tener a un padre y a un hijo por amigos. El destino habrá querido, ahora lo sé, que podamos en el futuro abrazarnos para recordar juntos a ese amigo y padre que se nos fue, pero que estará siempre que nos volvamos a ver.

Todos iremos recordando anécdotas que él, estoy seguro, oirá fascinado a la distancia. Por eso, me animo a comenzar la ronda frente al fogón del recuerdo de alguno de los asados que nos cocinó con la misma dedicación que un profesor organiza la clase que ha de impartir, porque luego llegaría su voz.

Una vez, al cruzarnos por la calle me arrojó un “¿cómo estás?” y en acto reflejo me defendí con un “todo bien” y se enojó conmigo. Me dijo que esa no era respuesta de un poeta y que también debería saber preguntar mejor. Me dejó decepcionado por haberle decepcionado, y me preparé para la próxima vez. Cuando esto sucedió, yo le pregunté “¿cómo es la vida?”; se me quedó mirando y me invitó a tomar un café diciendo que “la pregunta era muy grande y que ameritaba que lo pensáramos juntos”. Desde ese día quizá ya no me vio como el pibe de los botines embarrados y yo sentí que había superado una prueba ordenada por uno de los grandes caciques de mi tribu. 

Con lo difícil que se me hace recordar a mi pueblo a la distancia, cuánto más, ¡Negro, carajo!, es sabiendo que cuando vuelva deberé aceptar que ya no estás. Prefiero, en mientras tanto, hacer de cuenta que todavía no pasó nada. Pero para cuando no tenga más remedio que aceptarlo, y para cuando alguien me pregunte “¿cómo es la vida?”, sin lugar a dudas, diré que mucho más triste que cuando era seguro que podía encontrarte en cualquier mesa de un café como si me esperaras. 

MMXXII

Costa Dálmata

El desgraciado político argentino

Hay una tormenta que golpea mi piso de Zagreb. Me asomo por una de las ventanas que da a una calle perfectamente delineada. Indago con el cristal si podremos resistir los embates de violencia de un clima que pareciera recobrar un salvajismo que siempre tuvo innato, pero que permaneció calmo durante demasiado tiempo. Hacía mucho que no veía llover de esta manera, igual de lapso probablemente transcurrido desde que no acontecía un ataque semejante de mis nervios en mis entrañas, suscitando tanto desprecio por los informes políticos que leo. Siento que soy yo el que genera la tormenta. O bien, ya que me siento parte de toda la naturaleza, puede que ella esté solidarizándose conmigo por estos días tan particulares. 

En determinados instantes uno pierde noción, por el desgaste, de todas las cosas que ha experimentado, de todos los pormenores que ha sufrido. Porque de alguna manera va acostumbrándose, va asimilando el día a día. Pero la memoria no desaparece y uno jamás termina por confundirse definitivamente, y mucho menos si no se quiere. Aunque claro parece que de muchas preguntas ya no se sepan indicios de respuesta. Qué suerte entonces la mía que puedo regresar a mi esencia, o que puedo aferrarme a lo que probablemente colme mi vida entera. 

         Camino furioso en derredor de las paredes mirándolas carceleras, y observo el piso como si fuera el puente de mando de una embarcación ya herida que espera el desesperanzado hundimiento, o el choque sorpresivo con una isla de nuevas ilusiones no fijada en ningún mapa. Comienzo a hablar en voz alta, a ejercitar un soliloquio que no me haga sentirme tan solo, que me recuerde que aún cuento conmigo, que algún cómplice está escuchándome. Me reclamo a mí mismo el pesimismo y me refresco lo que en realidad me moviliza, esto de ser un hombre definido tras las letras que arroja el escritor del alma que me habita. Porque si un escritor, que debería estar leyendo todo el día, ya ni esto le permiten las circunstancias, puede que entonces sea momento de accionar aquello único que jamás podrán quitarle. Así es como todo a mi alrededor, cada uno de los elementos inanimados, me oye gritarles que un escritor que no escribe es un ser que está completamente muerto. Que un escritor en la medida en que continúa escribiendo es un ser que permanece vivo, librando las batallas que el destino y su dios le han encomendado. 

         Fortalecido entonces en el puesto que me corresponde ocupar, no resuelvo tampoco la tormenta que moja mis sueños. Pero mi pluma está de pie. Para combatir por lo que cree, para intentar arrojar su aporte, para que si en algún momento se pierdan todas las oportunidades se sepa, y se dé ejemplo, que toda causa verdadera debe ser perseguida hasta el final y hasta las últimas consecuencias. Encendiendo verdades se logrará congelar tanta mentira.

         Esta bronca, en realidad, no está dirigida a mis colegas ni a mis afectos, o a los lectores que depositan en mí una cierta confianza por mis ideas por el hecho de ser, orgulloso, consecuente con mis actos. Está dirigida a los desgraciados de espíritu, a cuanto gobernante ha existido en La Argentina desde que yo amanecí bajo sus aires. Y sin miedo a las burlas de mis flaquezas, no hago más que gritar mi honestidad como primera reprimenda que lacere su tamaña hipocresía.

         Quisiera, y sé que no sabré con la suficiente delicadeza, hacerles ver a todos aquellos hombres y mujeres que ocuparon sillones de mando, tanto hayan sido delegados o arrebatados ilegalmente, que los considero absolutamente desgraciados y que los repudia todo mi ser. No hago esto para llamarles la atención de mis penurias, porque esto lo hago para picarles la consciencia y devolverles sus ataques con, aunque sea, la intención de quitarles el sueño en todos los días que les queden si pudieran humanamente experimentar algún arrepentimiento. A lo que ciertamente descreo pertenezcamos a la misma especie, pues su crueldad es fantástica. 

         Sí que hay detrás de mis letras las noches que me llevaron al exilio y lejos de mis afectos. Sí están marcadas en las cicatrices de lo que escribo la cantidad de veces que sentí el hambre, el que ya traía en mis pieles desde las tierras que ellos, enemigo interno, aún ultrajan. Sí hay en todas mis palabras una carga emocional, un dolor físico, un quiebre en el corazón por todo lo que me han hecho pasar y sufrir con todos los sentidos. Pero no me duele egoístamente -porque no soy como el enemigo- lo que lloran mis ojos, los cortes de mi mano, la sequedad de mi boca, lo nauseabundo que huelo en cada novedad de ultramar, ni el silencio de la indiferencia que aturde a mis oídos. Lo que me duele en alma completa es la prosecución de sus fiestas espurias ignorando la cantidad de niños que mueren a diario, o que marginados sólo vivirán en una horrible sala de espera infernal antes que les caiga la muerte que le han enviado mercenaria. Porque todos saben la infinita lista de penurias que se ha convertido vivir sin vida en el país, menos los gobernantes que continúan enriqueciéndose. Porque en cada argentino que me he encontrado expulsado por el mundo siempre he visto el amor desolado de sufrir al peor de los enemigos, que es la traición de sus propios paisanos. Porque no se puede acusar a potencias extranjeras de todo lo que nos ocurre si son precisamente los que vulgarmente nos gobiernan, legislan y juzgan, los que están destruyéndonos como nunca ha sucedido. A ésos, los investidos de poder, les entrego mi más exquisito repudio y deseo que Dios reparta tremenda justicia con su poder eterno.

         En los últimos treinta años, y no es que antes no hubiéramos tenido traidores, han gobernado las peores de su escuela a la República Argentina. He visto en la Casa de Gobierno a los más fracasados payasos vestidos con uniforme de héroes del pasado, conduciendo una guerra contra el propio pueblo, y otra que era justa, desconociendo las mínimas tradiciones del honor militar. Luego he visto a dos radicales absolutamente incapaces, y bien debería comenzar a ser delito aceptar ejercer un cargo para el que no se está preparado cuando hay vidas humanas y el destino de un pueblo en juego. Por otra parte, como si fueran cosa bien distinta a los anteriores, que no lo son, hemos padecido coloridos peronistas que nos han ofrecido traficantes de armas y de drogas. Y por estos días experimentamos lo peor que pueda extraerse de todos ellos, sumándole la dolorosa falsía de pretender alzar banderas que, en realidad, las van quemando a cada paso nefasto con sus acciones y planes perfectamente premeditados. 

         El país está completamente destruido en su realidad y  moralmente. Pero si hay algunos que comparten conmigo que La Argentina debe recrearse íntegra, sabrán que no se puede aceptar más tanto traidor y habrá que buscar a algún político que se indigne por este asco. No quien se sienta acusado o avergonzado, que ni eso nos consuela a esta altura, sino aquél que posea una desesperada visión y ansioso sacrificio por demostrarnos que otro país diferente es posible. 

Por los sueños de los grandes hombres que lucharon por la independencia del país y del pueblo. Por aquellos que cayeron enteros en Bolivia o en Malvinas luchando contra el Imperialismo. Por los fusilados en el exilio forzoso bajo una lluvia de balas de olvido y ahogados en nostalgia, incrementándose tristemente. Que La Argentina, hay que convencerse, puede y debe desprenderse definitivamente de tanta politiquería que es porquería: la clase dirigente actual. 

Dios quiera que vivan en nuestra época los héroes que vendrán. 

MMIX

Zagreb

Tin Bojanic; Fuga de fantasmas

La poesía, los sueños, las utopías. Los rebeldes, los aventureros, los mártires. Era necesario hallar un lugar donde refugiar tanta belleza. Aunque demasiados sean los que quieran sólo existir y transcurrir en esta vida muriendo cada día hasta morir definitivamente; otros y muchos serán los que decidirán vivir haciendo de sus actos una seducción poética para que la luna se enamore de ellos y el sol encuentre calor en sus corazones. Hacia Albanta se dirigen; en Albanta los esperan…

Fragmento de REINO DE ALBANTA

«Algunas preguntas que traía elaboradas la mujer parecían no hallar respuesta. Podía ser por el mal castellano que ella hablaba o porque el gaucho, de ciertas cosas, y palabras poco prácticas, no poseía ni se interesaba en atesorar en la memoria. Los gauchos pronuncian, en debida justificación, más que otras personas palabras como luna, mate, fogón, amistad, (pechos de china extranjera)»…

Fragmento de PATRIA MIA