Por estas horas en las que escucho risas álgidas de muerte
Y muy adentro mío llora el cuerpo abusado de la esperanza,
Me rebelo ante todo cualquier borrador de futuro derrotado
Alzando mi pluma pesada cual fusil negándose a la retirada.
Reunidos los fantasmas de mi vida, ante mí, ellos declaran
Que no me besan con el whisky con que me viste la noche,
Pero que sí bendicen los arrebatos de la euforia apasionada
Que me incita a defender mis decisiones maniqueas y de fe.
Rafael había dicho, “Pequeña, ven, mi corazón te espera”,
Y yo cual nieto del poeta que osó ignorándola a la muerte,
Prefiero atribuirle la entidad ensangrentada de su historia
Y decirle en otrora circunstancia, “el mío va, que no le teme”.
TIN ǀ ESCENARIOS ALEDAÑOS