Queridos viejos

“Queridos viejos:

Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo.

Hace de esto casi diez años, les escribí otra carta de despedida. Según recuerdo, me lamentaba de no ser mejor soldado y mejor médico; lo segundo ya no me interesa, soldado no soy tan malo. 

Nada ha cambiado en esencia, salvo que soy mucho más consciente, mi marxismo está enraizado y depurado. Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias. Muchos me dirán aventurero, y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades. 

Puede ser que ésta sea la definitiva. No lo busco pero está dentro del cálculo lógico de probabilidades. Si es así, va un último abrazo. 

Los he querido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño, soy extremadamente rígido en mis acciones y creo que a veces no me entendieron. No era fácil entenderme, por otra parte, créanme, solamente, hoy. Ahora, una voluntad que he pulido con delectación de artista, sostendrá unas piernas fláccidas y unos pulmones cansados. Lo haré. 

Acuérdense de vez en cuando de este pequeño condotieri del siglo XX. Un beso a Celia, a Roberto, Juan Martín y Patotín, a Beatriz, a todos. Un gran abrazo de hijo pródigo y recalcitrante para ustedes. Ernesto”

Che Guevara

En plena guerra argentino-brasileña

“Cierto día, en plena guerra argentino-brasileña, dos héroes de la Armada Argentina decidieron batirse a duelo para lavar ofensas recíprocas. Eran Rosales y Espora.

Como estaban a bordo bajo las órdenes de William Brown, le pidieron a éste autorización para bajar a tierra. Además lo nombraron director de duelo. El almirante aceptó. «Ante todo, hay que postergar el encuentro», dijo Brown. «El enemigo está cerca y debemos salir en su busca. En cuanto a ustedes, les prometo que pronto se batirán.» 

A los pocos días, al estar frente a frente las escuadras argentinas y brasileñas, el almirante llamó a Espora y a Rosales a su puente de mando. «Llegó el momento del lance pendiente -les dijo-. No olviden que cuento con su promesa de cumplir escrupulosamente mis órdenes». Asintieron los marinos y el jefe naval prosiguió: «Dentro de un momento entraremos en combate. Nosotros estamos listos – apuntó con su dedo-. ¿Distinguen ustedes la insignia de la capitana brasileña?» Rosales y Espora volvieron a asentir. «Bien. Ustedes van a atacar esa nave por ambos costados. Aquel de ustedes que consiga hacer arriar su pabellón, será el vencedor del duelo. La sangre de unos bravos como ustedes sólo debe derramarse en aras de la patria. Andando, pues».

Armando Alonso Piñeiro

La conducta sexual

“La conducta sexual de una persona constituye el prototipo de todas sus demás reacciones. A aquellos que conquistan enérgicamente su objeto sexual les suponemos análoga energía en la persecución de otros fines. En cambio, aquellos que por atender a toda clase de consideraciones renuncian a la satisfacción de sus poderosos instintos sexuales serán, en los demás casos, más conciliadores y resignados que activos”.

Sigmund Freud

Tomás

“Como muchos hombres gordos, Tomás (de Aquino) tenía un fino sentido del humor. Un día estaba almorzando en el refectorio de su monasterio cuando un monje señaló hacia fuera y gritó que había visto pasar un burro volando. Tomás sacudió su inmensa humanidad y corrió a mirar por la ventana. No había, por supuesto, ningún burro volando, pero sí se encontró con las risotadas de todos los presentes. Tomás, tranquilo, comentó: me pareció más probable que un burro volara a que me mintiera un hermano de congregación”.

Pablo Da Silveira