«Pero era primavera, noviembre de 1808 en Concepción del Uruguay. Pocos ranchos intentaban sobrevivir, porque no había demasiadas construcciones, ranchos más nobles, a los que ir por trabajo. Que ya es sabido, además, que a los gauchos se les tenía desconfianza. Algunos españoles los confundían con los indios, y algunos criollos los confundían por una raza peligrosa de hombres. Pero, claro que sí, todos envidiaban su valentía y destreza con el caballo, y aunque no lo confesaran, también desearían en algún rincón prohibido de sus corazones, formar parte de aquellos hombres, ser como ellos, hijos de la libertad»…
Tin Bojanic
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