…»Ha sido increíble el cruce de los Andes. Recién ahora comprendo la heroica empresa que condujo San Martín a principios del siglo XIX con sus granaderos libertadores. ¡Al avión le demandaba un esfuerzo enorme cruzarlos y parecía flaquear! Imaginé a esos valientes cabalgando, luchando contra el clima, la altura, el enemigo… Siempre admiré a ese hombre, pero de ahora en adelante lo consideraré un héroe. Todos los argentinos, y cuantos le deben la libertad, deberían realizar el cruce andino para comprender las verdaderas dimensiones de ese acto temerario y sacrificado.
El destino había querido que esos hombres participaran de una gesta que les indicara por el resto de sus vidas, o en el momento de su muerte, cuál había sido el sentido de sus vidas con la misión que debieron cumplir en este mundo. Cuántas veces yo me he preguntado cuál es la participación que a mí me corresponde. No se puede consentir participar del milagro de la vida para luego no tener mayores logros que el de una tortuga, envejecer hasta morir. El hombre puede decidir sus acciones y arriesgarse según el grado de su valiente libertad o de su cobarde sumisión. Habiendo tanta gente en este mundo consintiendo tantas desgracias es evidente que la gran mayoría no hace absolutamente nada para cambiar las cosas.
Inmerso en esa búsqueda constante de mi circunstancia particular que aún me niega el destino lo desafío emprendiendo este viaje»…
Tin Bojanic
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