Siempre se ha dicho que por las noches en los bosques seres extraños deambulan y realizan todo tipo de celebraciones que a los hombres podría dejar espantados. Muchos creen que esos seres son los mismos árboles que se transforman cuando el hombre no está. Es por eso, que cuando uno se interna en un bosque, se intenta abandonarlo antes que la luna les dé la señal a estos misteriosos seres para adueñarse de todos sus espacios. Por esa razón quienes ingresan a diario al bosque para talar los árboles, saben que deben realizar su cruel labor durante la luz solar, porque luego será mejor abandonar a los árboles sobrevivientes para no tener que comprobar las cuantiosas leyendas que se han escrito y, también, vivido.
Pero unos osados taladores, más allá de ser de por sí negativamente ya atrevida su tarea de tumbar a los árboles, decidieron pasar la noche en el bosque para no tener que regresar al poblado ya que debían volver a estar allí al día siguiente. Pero también lo hicieron porque querían desafiar a los espíritus del bosque, demostrando que con sus hachas podían matar árboles durante el día y quizá, también, a esos espíritus malignos por las noches.
Cuando quedaron solos baja una tenue luz lunar y en unas improvisadas carpas para dormir, comenzaron a escuchar quejidos desde el interior más profundo del bosque y de la oscuridad.
Talador – ¿Han escuchado eso compañeros?
Árboles del Bosque – Fueeera de aquí…
Talador – ¿Quién habla allí? ¿De dónde surge esa voz demoníaca?
Árboles del Bosque – Surge desde lo oscuuuuuro de sus corazoooones…
Talador – ¿Qué nos harán?
Árboles del Bosque – Lo mismo que hacen con nosotros… ireeeemos a golpeaaaaarlos con nuestras ramas hasta tumbarlos… Están rodeaaaados… Pero los dejaremos ir si dejan el bosque ya miiiiiismo…. ¡Uuuuuh, aaaaaaaah!
Talador – ¡Ya escucharon compañeros! ¡Vámonos de aquí antes que los espíritus oscuros nos hagan daño!
Los taladores comenzaron a correr alejándose del bosque hasta que llegaron al pueblo para contar lo que habían vivido. Muchos les decían que eran afortunados por haber podido salir ilesos de esa experiencia y que lo mejor sería que no regresaran por unos días a internarse en el mundo de los árboles, ni de noche ni de día.
A la mañana siguiente, uno de los taladores amaneció como de costumbre en su casa y desayunó con su familia anunciándoles que no iría al bosque a trabajar contándoles lo sucedido. Le prohibió a su único hijo varón ir a jugar cerca de esos árboles porque decía estaban maldecidos.
Luego por la tarde, el niño, que siempre había jugado en ese lugar encantado, decidió ir donde le habían prohibido. Para él los árboles siempre habían sido sus amigos. No podía entender cómo era que los hombres del pueblo creyeran que ellos podían hacerles daño. ¿Acaso no eran los árboles los que debían temer a los hombres porque eran talados? Quiso averiguar qué es lo que estaba ocurriendo.
Comenzó a incursionar en el bosque y escuchó una suerte de ronquidos. Al acercarse a un viejo árbol comprobó que el ronquido provenía de él. Entonces lo tocó con sus manos para corroborar si se trataba de un árbol que dormía o de algo más. Al hacerlo, el árbol despertó y dijo:
Árboles del Bosque – ¡Volvieron los hombres! ¡Compañeros, a espantarlos! ¡Nos matarán!
Niño – ¡No! ¡Que no he venido a hacerles daño y estoy solo! ¡Tampoco creo que ustedes puedan hacerme daño como dicen los hombres!
Árboles del Bosque – Sí, ¡sooooomos muuuuuy maaaaalos! Será mejor que te vayas y que le digas a tus padres que somos muy maaaalos…
Niño – Pero si siempre he jugado por aquí y jamás me han hecho nada.
Árboles del Bosque – Eso es porque aún eres un niño pero crecerás y serás un terrible talador. Y como nosotros no podemos huir debemos espantarlos a los hombres, y si desde pequeños, mucho mejor.
Niño – ¡Están equivocados! Los niños amamos a los árboles y podríamos ayudarlos para que ningún hombre regrese a lastimarlos.
Árboles del Bosque – ¿Ah, sí? ¿Y cómo nos ayudarían? Piensa rápido porque te atrapareeemos…
Niño – Basta ya de amenazas. Podrán servir con los adultos pero no conmigo. Ellos les temen porque saben el daño que les están causando y entonces piensas en que puede haber una venganza. Pero yo sé que los árboles son buenos y que no lastimarían, aunque pudiesen, a un niño que inclusive les ofrece su ayuda.
Árboles del Bosque – ¿Cuál es el plan?
Niño – Me quedaré esta noche con ustedes simulando que el bosque me ha tomado prisionero. Como tenía prohibido acercarme a ustedes, cuando vengan a buscarme, regresaré con mis padres para decirles que me encontraba en mi casa cuando unos árboles me vinieron a atrapar por ser el hijo de un talador…
Árboles del Bosque – ¡No!, si hiciéramos eso luego los hombres se vengarían y no quedaría un sólo árbol en pie. Ya nos matan por ser pacíficos, ¡cuánto más se ensañarían con nosotros si actuáramos como secuestradores de niños!
Niño – Es cierto… entonces… ¡Ah! ¡Ya sé! Diremos que los espíritus del bosque me secuestraron pero ustedes los árboles me defendieron. Es que los hombres sí creen que hay malos espíritus en la noche. ¡Explicaré cómo les he visto luchar con sus ramas contra demonios inventados para que los crean unos verdaderos héroes!
Árboles del Bosque – ¡Sí! Queremos ser considerados héroes… Aceptamos tu plan…
Los padres del niño le buscaban con honda preocupación. Las autoridades del pueblo y todos los taladores se solidarizaron con la desaparición del pequeño y contribuían en la búsqueda. Tras no poder encontrarlo, bien entrada la noche, coincidieron que la única posibilidad es que se hubiera perdido en el bosque. Entonces se encaminaron temerosos hacia allí pero con la necesidad de superar cualquier miedo si por recuperar al niño fuese.
Cuando todo el pueblo estuvo frente a los árboles del bosque se escucharon quejidos espeluznantes que lograban petrificar los rostros de los hombres. El pánico reinó en los músculos de los pobladores que no podían ingresar al bosque asustados ni tampoco huir acobardados. La madre del niño comenzó a llorar desconsoladamente creyendo que algo terrible le había pasado a su hijo. Inmediatamente los árboles decidieron que era momento de detener la farsa porque, aunque fueran a ser talados, no eran capaces de hacer llorar a una mujer y a una madre.
El niño abrazó a los árboles y luego salió corriendo hacia donde se encontraban sus padres y el resto de los pobladores. La madre siguió llorando a pesar de ya tenerlo en brazos a su amado hijo. No podía desentenderse aún del feroz sentimiento de angustia que vivió hasta hace pocos instantes.
Tembloroso el padre del niño le habló, mientras aún se oían horrorosos lamentos desde el interior más profundo del bosque y la noche.
Talador – Queridohijo mío, ¿estás bien? ¿Qué ha ocurrido? ¡Cuántos árboles te atacaron? ¡Los talaremos a todos de una vez!
Niño – ¡No, padre! Fueron unos malos espíritus los que me atacaron. Me atormentaron con sus voces y no pude distinguirlos. Pero comencé a escuchar ramas que se quebraban y fuertes golpes. Ya con mis ojos acostumbrados a la escasa luz pude ver cómo varios árboles heridos habían peleado por mí ahuyentado a los demonios. Todos ellos estaban arqueados formando una cueva arbórea y protectora para que nada me ocurriese. Tardaron en rescatarme porque hay muchos espacios donde ya no hay árboles y son ocupados por más y más de estos seres horribles.
Talador – ¿Estás queriéndome decir hijo mío que los árboles te salvaron la vida?
Niño – Eso mismo, padre. Y no sólo me salvaron la vida, sino que pude comprobar que todas las noches protegen al pueblo de los malos espíritus.
Talador – ¡Árboles del bosque! ¡Graaaaacias en nombre mío y de mi mujer! ¡Perdón por tantos años de haberlos atacado! ¡Les juro que de ahora en más dejaré las hachas y me convertiré en guardabosques para impedir que alguien les haga daño!
Niño – ¡Así se habla papá!
Guardabosques (antes talador) – ¿Habrán entendido los árboles mis palabras? Es que ellos no saben hablar.
Niño – Padre, seguramente que sí entenderán aunque no hablen. Lo que yo me pregunto es si los hombres que sí saben hablar entenderán a la naturaleza que, aún sin palabras, también les habla.
MMVIII
Barcelona
Tin Bojanic
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