“Como muchos hombres gordos, Tomás (de Aquino) tenía un fino sentido del humor. Un día estaba almorzando en el refectorio de su monasterio cuando un monje señaló hacia fuera y gritó que había visto pasar un burro volando. Tomás sacudió su inmensa humanidad y corrió a mirar por la ventana. No había, por supuesto, ningún burro volando, pero sí se encontró con las risotadas de todos los presentes. Tomás, tranquilo, comentó: me pareció más probable que un burro volara a que me mintiera un hermano de congregación”.
Pablo Da Silveira