“Reposa ahora en tu gloria, noble iniciador. Tu obra está concluida; tu divinidad está fundada. No temas ya ver derrumbarse por un error el edificio de tus esfuerzos. De ahora en adelante, lejos del alcance de la fragilidad, asistirás a las consecuencias infinitas de tus actos, desde el seno de la paz divina. Compraste la más completa inmortalidad al precio de algunas horas de sufrimiento, que ni siquiera afectó tu espíritu. ¡El mundo va a depender de ti durante millares de años! Bandera de nuestras contradicciones, tú serás el signo alrededor del cual se librará la más ardiente batalla. Mil veces más vivo, mil veces más amado desde su muerte que durante los días de tu paso por la tierra, te convertirás hasta tal punto en la piedra angular de la humanidad que arrancar tu nombre de este mundo sería conmoverlo hasta los cimientos. Ya no se distinguirá entre Dios y tú. Pleno vencedor de la muerte, tomas posesión del reino al que te seguirán por el camino real que has trazado siglos de adoradores”.
Ernest Renan