“Se hallan sometidos a un perdurable tormento; en afecto añaden, modifican, suprimen, vuelven a escribir lo que habían tachado, insisten, rechazan, aclaran, guardan el manuscrito los nueve años que habló Horacio antes de decidirse a publicarlo, y ni aun así están jamás del todo satisfechos. La vana recompensa de merecer las alabanzas de unas cuantas personas, cómpranla a fuerza de vigilias, con grave detrimento del sueño, don dulcísimo sobre todas las cosas, y a costa de fatigas y de martirios, a lo que hay que agregar el menoscabo de la salud, ruina del cuerpo; la oftalmía y aún la ceguera, la pobreza, las rivalidades del oficio, la abstinencia de los deleites, la vejes anticipada, la muerte prematura y otros sufrimientos por el estilo, males todos que el sabio juzga compensados con obtener la aprobación de algún otro pelagatos como él”.
Erasmo de Rotterdam