Llevo con la tinta de mis ojos escribiéndote un poema
que se cuelgue de tus cejas en un acto bienvenido
empujándolo tus pestañas convencidas por sincero
haciéndole caer entero en el escenario de tu boca.
Antes como luego devoraré aquellos que me miran
para hacerlos descender como miel por la garganta
hasta que vean en mi alma lo que por ti despliega
el ave de la osadía que tu cuerpo en el mío invoca.
A mirarte voy como si el fuego creyera que yo puedo
invadirte la tierra de tu nombre que rocía las flores
que te nacen al acariciarte la piel con la sal de mis dedos.
Esa textura embellecida por el sol del sur que me gemía
con un pañuelo diciéndole adiós a los únicos temores
de no ser en tus brazos el verso andaluz que te haga mía.
Madrid