A Rodolfo Barrio Saavedra
El que es poeta es también soldado
y el soldado es una suerte de poeta
porque el primero pelea lo que sueña
y el segundo sueña por lo que pelea.
Los dos arriesgan su vida por una causa
y los dos tienen quien quiera matarles;
uno porque habla y piensa demasiado,
y el otro por no estar quieto ni rendido.
El poeta se prepara para enfrentar la vida
sabiendo quién es ella no por galantería,
pero mucho más porque en su pluma
sabe de las cuestiones de la muerte.
El soldado siempre espera esa batalla
que deberá librar para concluir su vida,
no porque en ella necesariamente muera,
sino porque en ello resuena lo que lo aviva.
El poeta y el soldado son quizá la misma cosa,
uno pelea con la palabra y el otro con las armas,
pero qué buen poeta no habla palabras como balas
y qué buen soldado no pelea sólo lo que Dios ama.
Si el poeta se levanta en grito con el fusil será
por la sangre harta en el alma de su pluma,
y si el soldado elige disparar ahora con tinta
es porque ha de honrar la sangre derramada.
Poeta y Soldado
en palabra o en las armas
los dos son buenos si tras su vida o muerte,
su lucha quedó noblemente ejemplificada.