“Cuando me encontraba solo, sentía surgir, a veces, desde las profundidades de mi interioridad impresiones que me proporcionaban un delicioso sentimiento de felicidad. Pero tan pronto como estaba con otra persona, tan pronto como empezaba a hablar con un amigo, mi espíritu experimentaba un giro, y dirigía mis pensamientos al interlocutor y no a mí mismo, con lo cual, y al tomar esta dirección, dejaban ya de causarme felicidad”.
Marcel Proust