A mi padre
Hasta el final peleaste como un soldado
conquistando cada bocanada de aire,
porque no importaba lo que dijera nadie,
¡para vos la vida era el único bien amado!
Te fuiste al saber que la batalla terminaba,
sabiendo el dolor que la lejanía produciría;
y tal como lo asegurábamos en profecía,
pude estar y verte partir a tu última morada.
Con el Rosario de piedra croata que te cuidaba
y los colores de la patria firme celeste y blanco,
te despidió, tucumano, la aldea que te adoptara.
Allí te esperaba tu hijo celestial en ese camposanto,
y mientras te honraban a quienes iluminó tu mirada,
¡yo me arrodillé ante tus restos y legado mi padre amado!
Frankfurt