“Las Malvinas, carajo”, decían uno tras otro. Había una pequeña fortificación, que le pareció al gaucho tan terrible que creía su rancho de Concepción estaba mejor plantado. Hasta allí fueron desembarcando los bártulos todo aquél día. Recién por la noche comenzaron a despertar del sueño de haber llegado, y de sentirse finalmente en las islas prometidas. Celebraron asado, volvieron a batirse a duelos sin final verdadero y Gervasio comenzaba a dar directivas de todo lo que vendría.

Fragmento de PATRIA MIA

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