Ahora que te conozco
me alegra saber que te conocía,
por ser la misma mujer que yo quería
invitarla a salir aunque dijeras que no.
En ese lugar donde calman el dolor
de poco sirve cualquier medicina
si me cura mucho más tu sonrisa felina
a pesar que me canses de sueños por la noche.
Cuando aceptes, donde nadie nos oye,
encontrarnos para saber de ti y de mí,
prometo con los ojos que intentaré
sacarte del corazón alguna herida
que me permita compensar esa emoción
al verte, ¡tan parecida a la alegría!