Prólogo para el libro “Emesis de legionarios” de Oscar Ledesma
El poeta está obligado a hablar, a decir. Es quien debe contarnos aquello que no se ve, de lo que nos podríamos haber perdido de vivir, o anunciarnos cosas que, tal vez, llegaran a venir, cual profeta literario.
También se cree que un escritor es reiterativo en sus obsesiones, pues necesariamente se enamora obnubilado de aquello que le apasiona, siempre. Bien nos lo declara al advertirnos que “los trenes son rehenes de sus rieles”; aceptando que uno es aquello que está llamado a ser. ¿Acaso sería posible que el poeta se callara o no nos lo dijera? Esto mismo resulta tan insensato como no querer oírle. Allá con ellos, con quienes tienen oídos sordos para negar la experiencia de quien ha vivido lo que nosotros no, o que no nos animaríamos a vivir.
Entonces, aquí nos encontramos con un canto poético. Porque Emesis de legionarios es un relato en verso que nos lleva por cauces diversos de sentires que bien pueden suscitarnos simpatía, o producirnos espanto en igual medida. Conlleva furia, porque ella es la rectora de la guerra. Grita silencios, porque eso es lo que nos deja la muerte tras dejarnos aturdidos.
Al ir navegando este escrito uno experimentará el destello del consuelo y la sinrazón de lo indecible. Pero continuará leyendo para ir descubriendo todo aquello que se nos muestra. Porque al momento de zarpar entre sus hojas, no podremos regresar a ser lo mismos, y querremos llegar hasta la salida iluminada de la caverna que el poeta experimenta, para unirnos a él, o para seguirle en cofradía espiritual.
Cuánto más justa se hacen todas estas apreciaciones evaluando el relato poético de quien sobrevivió la muerte en carne propia, es decir, haber actuado en el escenario de la guerra.
Aquí, una vez más, Oscar Ledesma, un poeta guiándonos por los infiernos que él visitara, y habiendo sido buen soldado, sin haber cerrado jamás sus ojos de poeta.
Tin Bojanic
Split 2020